martes, 8 de enero de 2019

Esperando a la cigüeña (1)

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Hace más de cinco meses que se fueron y sigo mirando cada día el nido vacío que dejaron las cigüeñas, por primera vez, frente a mi casa.

Esta historia dio comienzo durante el verano de 2017 en una población del piedemonte de la Sierra de Guadarrama. Observé varias veces a un ejemplar de cigüeña blanca o cigüeña común (Ciconia ciconia) que parecía prospectar la zona. Se posó sobre un cedro y en un horrendo mástil de telefonía móvil. Pensé que tal vez regresaría al año siguiente para instalarse con su pareja…



LLEGADA Y PRIMER INTENTO

Efectivamente, el 8 de marzo de 2018 una pareja de cigüeñas se posó en lo alto del feo mástil con antenas de telefonía móvil. Ninguna de ellas portaba anillas de identificación. En los siguientes días, de modo progresivo, fueron acumulando ramas hasta perfilar una plataforma. En ocasiones era solo una cigüeña la que transportaba el material. Dedicaron bastante tiempo a permanecer simplemente posadas, quizá para disuadir a otras cigüeñas que sobrevolaran la zona buscando emplazamiento para su nido.




Una estructura horizontal -en forma de cruz- remata el horrendo mástil portador de cuatro antenas de telefonía móvil. Sobre ella, la pareja de cigüeñas colocó meticulosamente ramas hasta crear una incipiente plataforma-nido. Pero no todo el afán era constructivo, de vez en cuando la pareja realizaba cópulas emitiendo su peculiar crotoreo.



Las primeras noches no pernoctaron las cigüeñas en aquel esbozo de nido. Acudían a retomar su trabajo con el alba, a eso de las 7,30 h (más tarde si el día amanecía muy nublado) y lo dejaban con la última luminosidad, sobre las 19,30 h

Durante la primera semana de edificación hubo lluvias y vientos ocasionales. Cuando la meteorología se mostró demasiado adversa (chubascos persistentes o fuertes) las cigüeñas no acudieron al nido. En días ventosos se mantuvieron en él cara al viento, para oponerle la mínima superficie.



El 15 de marzo una de las cigüeñas buscó material muy cerca del nido. De una parcela abandonada en una antigua urbanización obtuvo un fragmento de césped para tapizar la superficie central del nido, sitio donde poner los huevos y recostarse.

Un día después observé por primera vez a una de las cigüeñas recostándose en el nido. Quizá estimaba la idoneidad de la construcción comprobando si la forma y superficie eran acordes a las dimensiones de los adultos cuando tuvieran que incubar.



En la siguiente jornada ambas pernoctaron en el nido durmiendo erguidas, igual sucedió en noches posteriores.



En la madrugada del 20 de marzo distinguí al menos a una cigüeña posada en el nido bajo una ventisca de nieve. Me ausenté de casa unas diez horas y al regresar no encontré el nido sobre el mástil de telefonía móvil. Me acerqué hasta su base metálica y en el suelo hallé la mayor parte del material que había conformado el nido. Todo indicaba que lo empujó una racha de viento (sopló con velocidades de 30-60 km/h). Quedó en posición horizontal manteniendo aglutinado el ramaje y con el centro tapizado de hierba y hasta una pluma de cigüeña. Esto da idea de la eficacia de su armazón, y apunta a que las cigüeñas entrecruzan los palos en horizontal y en vertical.



CONTINÚA en...Esperando a la cigüeña (2)



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