lunes, 14 de enero de 2019

Esperando a la cigüeña (2)

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SEGUNDO INTENTO Y LA PUESTA

En las noches y madrugadas siguientes atisbé a alguna de las cigüeñas sobre el mástil en que tuvieron el nido, no así durante las horas de luz. Albergué la esperanza de que reiniciasen el nido pero las cigüeñas ya no hicieron acto de presencia en una semana, ni de día ni de noche. Mi esperanza se esfumó…hasta que el 29 de marzo una de ellas se posó en el mástil durante una hora.


La primera mañana de abril, hacia las 8, vi reaparecer a la pareja de cigüeñas exactamente donde estuvo su nido. Enseguida aportaron palos para alzar uno nuevo, ahora a ritmo frenético. Concluida la jornada había ya una plataforma de palos equivalente a la realizada en los tres primeros días del nido anterior. De noche pernoctaron ya en su nuevo nido. La velocidad y eficiencia de esta segunda construcción parecía deberse a la premura de las cigüeñas por criar, ahora con mayor pericia constructiva, lo que me hizo sospechar que se tratase de una pareja primeriza que supo aprender de su reciente experiencia frustrada.


El segundo día de abril fue el segundo día de construcción del segundo nido. Uno de los miembros de la pareja se tumbó en él, probó la construcción. A última hora de la tarde el nido alcanzó un volumen similar al que lo antecedió.


Se sucedieron las noches con la pareja durmiendo en su nido. De día las cigüeñas quedaban en él, en pareja o en solitario, pero también se ausentaban por completo. En un par de días el nuevo nido casi dobló su volumen, seguía la colocación de palos con algunos que parecían entrecruzados en vertical para garantizar la cohesión y sujeción. 

Cumplida una semana del segundo nido las cigüeñas lo tapizaron con hierba. Aún no parecía que hubiesen iniciado la puesta.



El 10 de abril una de las cigüeñas alzó el vuelo con las primeras luces de un día muy nublado y lluvioso, pocos minutos después el sistema automático de iluminación urbana apagó las farolas. La otra cigüeña (no necesariamente una hembra, pues ambos se turnan para incubar) permaneció tumbada todo el día en el nido, durante horas bajo un aguacero, incluso soportó una precipitación de granizo-nieve. Ocasionalmente se levantó y efectuó unos retoques en el centro del nido: distribuía el tapizado y ya debía estar volteando los huevos recién puestos. Transcurrieron los días mientras los miembros de la pareja se turnaban para incubar y comer. La cigüeña que quedase en el nido permanecía echada casi inmóvil, de vez en vez se levantaba para colocar los huevos girando sobre sí misma en el centro. En este tiempo las cigüeñas aportaban algún material, incluida hierba seca, sin que apenas aumentasen el volumen del nido.


Mediado abril era frecuente que coincidiesen ambas cigüeñas en el nido, aunque fuera por breves períodos de tiempo. Durante la noche una incubaba tumbada y la otra quedaba en pie.



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