TODO TIENE CONDICIONES
Para que un otoño nos regale vivos colores precisa noches frescas y días poco calurosos.
Para que un otoño nos regale vivos colores precisa noches frescas y días poco calurosos.
Otoños nublados con noches suaves equivalen a colores poco vistosos, tonos suaves y predominio de verdes amarillentos. El festín colorista del otoño se echa a perder con el predominio de ambientes demasiado cálidos y secos, o bien húmedos y lluviosos.
La caída de la hoja y el fin de la otoñada se aceleran al sobrevenir heladas tempranas y fuertes. También cuando, adentrado el otoño, arrecian las lluvias.
NO SE DEBE PERDER EL NORTE
Los otoños más espléndidos son propiedad casi exclusiva de los bosques templados caducifolios del hemisferio norte, con alguna pequeña excepción en el hemisferio austral. Y el no va más de esa otoñada se lo adjudican los bosques mixtos que mezclan especies caducifolias con perennifolias (acebos, tejos, pinos, abetos…) alumbrando colores muy contrastados.
Los otoños más espléndidos son propiedad casi exclusiva de los bosques templados caducifolios del hemisferio norte, con alguna pequeña excepción en el hemisferio austral. Y el no va más de esa otoñada se lo adjudican los bosques mixtos que mezclan especies caducifolias con perennifolias (acebos, tejos, pinos, abetos…) alumbrando colores muy contrastados.
MÁS VALE UNA VEZ COLORADO QUE CIENTO AMARILLLO
Existen especies de árboles y arbustos capaces de alcanzar rojos magníficos en sus hojas. Pero no siempre, ya que en los otoños más cálidos no pasan de una pigmentación amarilla (xantofilas), a lo sumo anaranjada (carotenos).
Los follajes rojos se desatan si el verano concluye en días secos seguido por jornadas luminosas y noches con termómetro por debajo de 5ºC. Entonces las hojas de algunas especies, con suficientes azúcares, elaboran antocianinas.
Las antocianinas son pigmentos sensibles a la acidez (pH) del suelo. Tanto que se manifiestan en toda una gama de matices según los suelos sean más ácidos o más básicos. Desde escarlata, sobre los más ácidos, al azul sobre los más alcalinos o básicos (pH superior a 11). Los suelos de acidez intermedia encienden rojos, púrpuras, y violetas.
SIEMPRE HAY LUCES Y SOMBRAS
Las luces idóneas para contemplar el cromatismo otoñal son las primeras y últimas de cada jornada. Dorados y naranjas subliman la caricia declinante del sol.
Para los días nublados cualquier hora es buena, porque los colores más vivos armonizan con los suaves sin que estos desmerezcan como ocurre a plena luz del sol.
LOS MITOS SON PARA CUESTIONARLOS
Son numerosas las personas que imaginan hayedos dorados cuando se les habla de colores otoñales…aun no teniendo ningún hayedo próximo. ¿Por qué? simplemente por ser bosques comunes en países germanos y anglosajones de tradición más naturalista...y economía más potente. Allí los hayedos sí son paradigma del otoño. Durante decenios su estampa se ha impuesto culturalmente en los medios de comunicación.
EL DORADO EXISTE…Y MUY CERCA
Para hallar El Dorado otoñal basta con prospectar en nuestras montañas (singularmente en la mitad norte peninsular) y también en nuestros ríos y riberas. Allí crecen árboles cuyas hojas se trocan en oro de otoño.
Los abedules (Betula alba, Betula pendula), de la franja cantábrica, montañas pirenaicas, sistemas Ibérico y Central, Montes de Toledo e incluso Sierra Nevada, también logran magníficos tonos amarillos, más realzados al mezclarse con coníferas siempre verdes.
Y, por supuesto, la verticalidad áurea de los chopos (Populus nigra y otros) apuntala ambientes fluviales, cañones angostos, bordes de prado o incluso viejos caminos y carreteras secundarias.
CONVIENE ARRIMARSE A LA REALEZA
La auténtica majestad del otoño la detentan el arce real (Acer platanoides) y el álamo temblón (Populus tremula). En lugares convenientes y con tiempo apropiado podréis admirarlos mutando del verde al amarillo, al naranja, al rojo encendido y al púrpura ¡Incluso con todos los colores vertidos en una misma copa!...¡Genuino cóctel otoñal!
LAS MALETAS TAMBIÉN SON PARA EL OTOÑO
Un paisaje atrae por su espectacular otoñada si combina especies caducifolias -a ser posible, también con perennifolias- y un clima adecuado. Circunstancias que el viajero observa muy notorias en Norteamérica (noreste de los Estados Unidos de América y sur de Canadá), también en Asia (parte de Siberia, este de Asia y Japón,) y Europa (centroeuropa y parte de los países nórdicos).
En España constituyen destino preferente las cordilleras pirenaica y cantábrica, reductos privilegiados de los sistemas ibérico y central, y las choperas de la meseta norte.
Los sibaritas de la Naturaleza lo saben (lo sabemos): siempre conforta un viaje al otoño.
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26 comentarios:
Aqui en Sevilla, no elabora antiocianinas ni un árbol, ni han oído hablar de eso. No si quiera los Platanus x hispanica llegan a caer todas la hojas a lo largo del invierno. Y el paisaje dominado por naranjos y olivos además de todavía estar alcanzando los 30ºC, no hace pensar que estemos en otoño por estas latitudes. Yo no soy de aqui y lo hecho un poco de menos...snif!
Si señor, auténtico "festival" que nos muestras ,es increíble lo que podéis ver por ahí.
Por aquí en el sur nos tenemos que conformar con los bosquetes de ribera, algún quegigal-aceral y especies aisladas, pero vamos ni punto de comparación con todo eso.Además la sequía y calor estan "achicharrando" las hojas directamente...
Todo un lujo el poder disfrutar de estas entradas, me han encantado especialmente las dedicadas al otoño.
Un saludo,
Estupenda entrada Francisco! Vaya dominio de los colores y los pigmentos!
Por mi pueblo estamos poco acostumbrados a estos colores otoñales, ya que principalmente hay pinos y esos están verdes siempre, jeje!!
Pero acercándonos a las riberas próximas, la cosa cambia. Son espectaculares los rojos cornejos y los amarillentos abedules, que también tenemos cerca, aunque este año el otoño llega con retraso...
Saludos
Con tu entrada consigues que el otoño nos abrace de otra manera, empiezo a sentirlo más acogedor. Siempre lo he interpretado como la antesala del invierno... así que es hermoso pasearse por estos colores, que si los miro bien, son mis colores...
Te dejo unas imágenes de mi tierra.
Ese faedo (hayedo) es precioso... aunque la calidad de la imagen no sea muy buena, quizá te puedas hacer una idea...
http://www.fotonatura.org/galerias/fotos/191429/
http://www.youtube.com/watch?v=yVgUoZ_8LdE
Ars Natura…¡Cuánto tiempo! Me alegra encontrarte por aquí.
Es cierto, el cálido Sur no se prodiga en colores otoñales pero tiene otras compensaciones. Aunque sea en invierno ¿Qué me dices de esas brácteas rojas (puritita antocianina) de las flores de Pascua (Euphorbia pulcherrima) que adornan en Navidad tantos rincones de las calles andaluzas?
En cualquier caso entiendo tu melancolía del otoño de más arriba…aunque este año hay que irse todavía más arriba que de costumbre para apreciarlo. El otoño actual resulta demasiado cálido también por el centro peninsular.
Saludos Ars
Bibiano, bienvenido a El último rincón donde, como ves, también puedes seguir mirando plantas. Muy agradecido por poder contar contigo como seguidor.
A decir verdad, buena parte de las imágenes de esta y otras entradas del otoño han sido tomadas en rincones selectos del Pirineo. A mi modesto entender, entre los bosques caducifolios de aquellas montañas se halla “la flor y nata” del otoño ibérico. Pero el ámbito mediterráneo también tiene “su puntito” otoñal, lo que sucede es que cada vez son más frecuentes los otoños cálidos y secos que hacen languidecer el espectáculo. Este año parece que habrá que conformarse con el recuerdo de mejores tiempos…
Otro saludo para ti, Bibiano.
Ramuol, me alegro de que también des un paseo –aunque sea virtual- por estos bosques otoñales tan cargados de pigmentos. Espero que encuentres en ellos algo de la sutileza que tan acertadamente captas en tus fotos.
No es mala, ni poca cosa, que vivas rodeado del verdor de los pinares, sobre todo si –como cuentas- quedan enriquecidos por caducifolios tan notables en su color otoñal como los cornejos y abedules. Los bosques de ribera pueden llegar a ser una riada de color (te diré que la segunda foto de esta entrada fue tomada, el año pasado, por tus tierras segovianas: es una chopera junto a Sepúlveda, seguro que la conoces)
Saludos para ti, Ramuol.
Ana ¿lo ves? El otoño puede llegar a ser una de las mejores estaciones…depende del color (y del cristal) con que se mire. Además, aunque sea la estación que antecede al invierno: el mismo invierno también llega a ser admirable, bello y sobrecogedor. Esto último espero poderlo mostrar en futuras ocasiones.
Lo dicho, cada estación trae insospechadas maravillas…y en tu tierra (León) con especial relevancia.
Muchas gracias, Ana, por tu comentario y por esos enlaces al Faedo de Ciñera, los he disfrutado.
Desde que he empezado a leerte me estaba acordando del arce y del precioso color que toma en otoño, que me encanta, y unas pocas líneas más abajo lo mencionas! :)
A mí también me estás cambiando la visión que tenía de esta estación. La encontraba así como muy tristona a pesar del colorido, pero me la estás haciendo ver de otra forma mucho más positiva.
Muchas gracias! ;-)
Gracias a ti, Mamen, por regresar asomándote a esta ventana abierta al otoño, de par en par, desde El último rincón.
Los arces lucen mucho en otoño, y muy particularmente el arce real (Acer platanoides) que en la Península sólo es autóctono en Pirineos. Pero tampoco se quedan mancos (aunque se les caigan todas las hojas) los serbales de cazadores, los cerezos, los guillomos…ni muchísimo menos los álamos temblones (de mis preferidos y –aunque escasos- también afincados en umbrías de la Sierra de Guadarrama).
Nada, nada ¡el otoño es una maravilla! Algo muy distinto de lo que algunos poetas poco vitalistas convirtieron en imagen lánguida y decadente. ¡A disfrutarlo, que sólo es una vez al año!
De nuevo, un recorrido enriquecedor por el otoño. Como tu, pienso que esta estación tiene su especial encanto, vivas en el norte o en el sur. Sólo con acompañar a los amaneceres y atardeceres los paisajes son otros y, si encima en alguno de ellos te sorprenden con un cielo tormentoso en el que dejan un tímido resquicio para que se deslice alguno de esos rayos de luz, las sombras adquieren un contraste y los colores una saturación que embriagan el alma.
Un saludo y gracias, una vez más, por el paseo.
Hola Javier.
Una entrada, de oro.
Como siempre, sacando los colores a la naturaleza.
Hay una escena, en "El Hombre y La Tierra",que me llega al alma. Cuando el viento azota los áureos álamos negros de la cárcava, y reverberan sus hojas por el efecto del movimiento, y los destellos del sol. Todo, acompañado por la sinfonía entrañable de Antón García Abril(compositor de la serie).
El el río Mesa, cada vez, está menos custodiado por los álamos "cabeceros", aquellos, a los que se cortaba la guía para lograr su ramificación y utilizarlos como vigas para las casas, etc. Presentan en otoño, ese amarillo intenso que, disfruto a placer. Incluido, el aroma de las hojas muertas sobre la tierra pudriéndose, y que curiosamente, huelen a regeneración de la vida, y no a cadáver.
Saludos.
Estás cambiando por lo que veo, el concepto de decadencia del otoño, por el encanto de la "otoñada", tal como la presentas, con precisión científica, alma de poeta, algo filósofo, y sobretodo un fotógrafo excepcional.
La suerte que tenemos los que visitamos tu blog es doble, pues nos hace mirar desde otro prisma o cristal, ese otoño físico de la naturaleza y a la vez el nuestro como seres vivos, que irremediablemente llega un dia u otro cambiando no tanto nuestros colores, que también un poco, como nuestras actitudes frente a la vida y el futuro, cada vez más cerca del fin...
Gracias por ello, Javier, eres una luz viva que todo lo ilumina con su mirada amable sobre el mundo.
Lluís, gracias por acercarte con tus lápices, pinceles y pasteles al otoño visto desde El último rincón.
En efecto, otoño tenemos en el norte, el sur y por todas partes de nuestra geografía…porque no solo es colorido, también es luz…y un especial estado de ánimo, en el aire, y en nosotros.
Otro saludo para ti, Lluís.
¡Qué hay, Javier!
Te agradezco la visita y, como siempre, el amable comentario con su toque de vivencia personal. La escena que mencionas de “El hombre y la Tierra” es todo un icono otoñal para más de una generación crecida bajo la poderosa influencia de Félix (también son muy de agradecer las emotivas partituras de Antón García Abril). En cuanto a esos chopos, o álamos negros, del río Mesa supongo que te refieres a los tradicionales chopos lombardos (Populus nigra) que vivifican tantos reductos de nuestra naturaleza, especialmente la fluvial y también la viaria (viejos caminos y carreteras). Son árboles que se te meten en lo profundo del corazón…y hasta en el cerebro mediante esos aromas tan suyos, como el de su hojarasca otoñal (parecido al que desprenden en pleno verano tras una tormenta).
Saludos para ti, Javier, y para el río Mesa que te lleva…y que nos traes.
Bueno, Montse, me he tenido que poner hielos en los carrillos para que me bajara el rubor causado por tus elogios.
Muchísimas gracias por acudir a esta cita otoñal, una convocatoria para amantes (y no tanto) del otoño. Porque, en algunos lugares, es uno de los momentos más radiantes que nos regala la Naturaleza. Y eso merece ser compartido, pues lleva en sí grandes dosis de belleza y felicidad: ¡Los mejores antioxidantes para la vida!
Somos parte de la Naturaleza e inevitablemente buscamos paralelismos con sus manifestaciones. El otoño de nuestras vidas…¡sencillamente no existe! (es una opinión personal). Pasamos por las estaciones del año como por las del tren: llegando, mirando y marchando…y vuelta a empezar. Al final, un día de cualquier estación, nos vamos definitivamente llevándonos de equipaje todas las estaciones por las que pasamos.
Hasta pronto, Montse…¡Y a vivir, que son 4 estaciones!
"Siempre conforta un viaje al otoño".
Si que ha sido reconfortante pasear por la alfombra de colores que nos enseñas en esta entrada. Las fotos son magníficas, supongo que están tomadas en diferentes lugares de la zona norte peninsular.
¿O son todas de un mismo lugar? Me gustaría saber dónde están esos parajes tan hermosos.
Noches frescas si tenemos por aqui pero los días son bastante calurosos, lo que limita mucho a nuestros paisajes para llegar a alcanzar esa vegentación y colores estacionales de tus fotos.
Estoy de acuerdo contigo, porque aunque aqui nos hemos acostumbrado a admirar y amar otro tipo de paisajes, siempre las primeras y últimas horas del día nos regalan la luz propicia para encontrar más belleza si cabe a lo que nos rodea.
Gracias por compartir este post tan aleccionador, y por acercarme a esos lugares que tanto me gustan.
Un beso.
Completamente de acuerdo. No se podría definir mejor.
Cuando fallo en alguna entrada, no es por falta de interés, que conste, pues no me pierdo tu entusiasmo con la vida silvestre en ninguna de ellas, sino, por el mamoneo del maldito ordenador, al dejarme colgado.
Populus nigra, eso es, (El Árbol Viviente de Pelegrina, por ejemplo).
Resaludos Javier.
Un lujo de post, Javier!
Disfruté del anterior, dedicado a los pigmentos, con ese video tan educativo, y este me sobrepasa...
La calidad de las fotografias es abrumadora, fotos de oro, como te dicen tus seguidores...
Permíteme que te enlace, en mi blog "unsitiodiferente". Y recibe mi más efusiva felicitación por este trabajo dedicado al otoño tan exquisito en imágenes y palabras.
Saludos!
No sé que es mejor si andar sobre la alfombra de hojas caidas crujientes como patatas fritas o la humedad que las va consumiendo con su pléyade de hondos y bacterias ofreciéndonos la retícula de encajes y bosquecillos de setas diminutas.
También en otoño es momento de mirar al suelo y admirar como esa masa viva sobre la que andamos termina por digerir la gran cantidad de resíduos que caen en el eterno ciclo de las estaciones.
Neli, gracias por tu visita y participación de la reconfortante visión otoñal.
Como indico más arriba, casi la totalidad de las fotos fueron tomadas en el Alto Pirineo (en este caso se trata del Pirineo oscense), salvo la segunda, que es una chopera segoviana. El otoño pirenaico es de los más exquisitos en el ámbito ibérico. Cualquier alto valle de los que hacen frontera en su cabecera con Francia, y también –por supuesto- el Valle de Arán, muestran magníficos coloridos en sus bosques caducifolios mixtos, aproximadamente a partir de los 1.000 m y hasta los 2.000 (en las exposiciones de solana, menos alto en las de umbría). En general, las cotas 1.000 m a 1.500 m no tienen desperdicio y suelen ser muy accesibles.
Espero que con estas pistas encuentres tus mejores rincones en el paraíso otoñal. Otro beso para ti, Neli.
Javier, me consta que ese entusiasmo por la Vida (del que hablas) es mutuo…y nos mueve hacia el campo, hacia los demás (ejemplo de ello, nuestros blogs) y hacia lo mejor de nosotros mismos.
A tus resaludos, permíteme responder con un abrazo compañero.
Carmen, bienvenida a El último rincón desde ese tu sitio (blog), tan diferente.
El mayor mérito de estas fotos radica en aparecer por el lugar adecuado en su momento oportuno…y si no consigo al menos esto, después de 15 años frecuentando sin interrupción el otoño pirenaico, ¡es que no tendría perdón!
Muchas gracias por tu comentario y por tu enlace. Me paso por tu blog lo antes posible.
Jesús, gracias por pasar…y por pisar con tu paso de naturalista curioso.
Por supuesto, ahí en el suelo es donde empieza, termina y se recicla todo. Ahí germinan esos bosques que enriquecen los paisajes, tanto aportando colores como la materia que los sostuvo. Esa hojarasca, chasqueante a lo patata frita o cálidamente "hongareña" (hogar de hongos), es un regalo para seguir viviendo.
Un abrazo.
Tremendo post que enloquecería la retina del mismo Monet. Y pensando me quedo en cómo pueden las antocianinas "traducir" la acidez a distintos colores... ¡en el árbol! Otra cosa, ¿sabes si el que una especie determinada pierda la hoja es un rasgo genético? ¿O lo marca a veces más bien el clima? Como soy "demasiado mediterráneo", de caducifolios entiendo poquito... Pero eso sí, en octubre, viva la flora arctoterciaria, y vivan los bosques boreales... Saludos naturalistas.
Gracias, Naturalista, por tu visita y palabras.
Si miras en Wikipedia encontrarás más detalladamente cómo es posible que las antocianinas reaccionen al pH mediante distintos colores. En resumen, en las plantas la acidez del suelo influye en la estructura y estabilidad de las moléculas de antocianinas. Esto no es extraño teniendo en cuenta que numerosas especies vegetales se desarrollan mejor dependiendo de la acidez del sustrato, cada una en su óptimo.
En lo concerniente a si la pérdida de hoja es un rasgo genético o ambiental, tengo la sospecha de que hay de todo aunque básicamente sea una cuestión genética. Pero hay ocasiones en que un árbol caducifolio alarga extraordinariamente la temporada bajo condiciones anómalas de luz y temperatura (como sucede en grandes ciudades con árboles muy alumbrados y en otoños-inviernos muy templados). Existen leñosas, como el aligustre o las zarzas, que pierden el follaje sólo en lugares de crudo invierno. E incluso se da el caso de perennifolias que pierden su follaje en grandes estiajes recuperándolo más adelante al mejorar las condiciones…y encima, tenemos las plantas marcescentes, cuya hoja se marchita pero no cae hasta la primavera. En pocas palabras: el que una especie sea caducifolia (o tenga esa posibilidad) o sea perennifolia debe ser algo genético, pero el cuándo y cómo pierde su follaje está muy determinado por las condiciones ambientales.
Otro ramillete de saludos naturalistas para ti.
¡Qué olorcito a tierra mojada, humedad y monte tiene que acompañar a todos esos paisajes!.
Saludos.
Pues sí, Juanmi. Y también olor a días radiantes y limpios, y aroma de setas, y efluvios de humo de chimenea.
Gracias por meter las narices en El útimo rincón y olfatear el otoño.
Vayan desde aquí mis saludos para ti.
Por circustancias precisamente naturales aunque inducidas por la acción del hombre he estado fuera unos días. Ahor que he visto y leido este post puedo asegurarte que es magnífico, poético, científico, ecologista, sentido. Te aseguro que lo eere más veces.
Bienvenido, Pepe del Montgó, a este rincón tan último como compartido.
Agradezco tus amables palabras y espero que nos sigamos leyendo en El último rincón o A la vora de la mar.
Saludos, Pepe
Qué chula la entrada, de nuevo. Qué imágenes! No me canso. La verdad es que sí, todo lo que te ponen por aquí es así, tu sí que sabes sacarle los colores al otoño!
Da gusto leerte, y releerte. Siempre me encuentro con cosas curiosas, unas conocidas y otras no, pero siempre interesantes.
Un abrazo, Javier.
Tus palabras, Josélez, siempre son bienvenidas.
Ya sé que has estado muy ocupado, por eso me alegra especialmente que te des una vuelta (y las que gustes) por El último rincón y sus colores de otoño…curiosamente, un año en que se nos malogra en buena parte de la Península por las altas temperaturas nocturnas y la excesiva sequedad de los terrenos. Así que he tenido que servir un otoño enlatado, porque esta temporada no lo hay fresco.
Otro abrazo para ti, Josélez.
¡¡He vivido el otoño en España!! Qué cosa más bonita, Francisco; tan sólo falta ir... quiero hacerlo ya! Cierro mis ojos e imagino semejante escenario. ¡Cuánto detalle! ¡Cuánto colorido! ¡Cuánta vida! Me hace acordar al sur argentino; volver a sentir la brisa fresca, el aroma a pinos, a chimeneas humeantes, a rusticidad, a naturaleza autóctona, a momentos pacíficos, a cero ajetreo, a libertad. Precioso. Como siempre. Un abrazo primaveral.
Hola Kareen, gracias por pasearte por este otoño español. Realmente es en nuestra franja norteña donde mejor se contemplan esos colores de los bosques con árboles de hoja caediza mezclados con pinos y abetos. Un momento espléndido que nos regala la Naturaleza. Esa misma Naturaleza de la que tanto y tan bueno tenéis en Argentina.
Otro abrazo para ti, Kareen, desde el otoño arriba del ecuador.
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