martes, 29 de enero de 2019

Esperando a la cigüeña (3)

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LA CRIANZA

El 23 de mayo de 2018 fue un día importante. Con prismáticos contemplé cómo sobresalían del nido las pequeñas cabezas de 2 ó 3 cigoñinos. De cuando en cuando, el progenitor que estuviera incubando se levantaba para picotear algo en el interior del nido y tragarlo o arrojarlo al exterior (tal vez excrementos de las crías o restos de los cascarones).



Al día siguiente por la tarde conseguí distinguir la cabeza de una cría que abría el pico para reclamar comida, su progenitor le introdujo el pico con el alimento. A partir de aquí comprobé que siempre permanecía al menos un adulto en el nido y que en sus turnos los progenitores iban acortando el tiempo que pasaban tumbados sobre los pollos, a cambio de más tiempo de pie junto a ellos.




Finalizando mayo constaté con certeza la existencia de dos pollos de plumón claro que asomaban las cabezas sobre el nido, estirando su cuello resueltamente pedían comida al adulto que los acompañase. Por entonces los padres apenas se echaban sobre las crías, solo si llovía o durante la noche. Siempre permanecía uno de ellos en el nido, muy quieto, como vigilando y protegiendo a los pequeños. No fue difícil adivinar los riesgos a que estaban expuestos, en diversas ocasiones voló a baja altura un milano negro (Milvus migrans). Soslayado ese peligro los cigoñinos crecieron rápido, comían más cantidad y sus cebas duraban más tiempo.



El 5 de junio a las 7,30 h de la mañana se efectuó el relevo de los progenitores en el nido, de inmediato se fue volando el adulto que había permanecido en el nido. El recién llegado regurgitó alimento sobre la zona central del nido, donde se hallaban los pollos que se abalanzaron sobre la comida. El adulto también tomó algo de lo regurgitado, luego limpió el nido lanzando fragmentos al exterior, uno de ellos era césped del tapizado. La escena matinal del relevo de los padres y el desayuno de los cigoñinos se repitió en sucesivas jornadas.



La jornada del 8 de junio fue lluviosa a intervalos, el adulto no se posó sobre los pollos sino que permaneció de pie a su lado y así recibieron menos lluvia. A partir del día siguiente observé que los padres dejaban solos a los pollos, progresivamente durante más tiempo. Ese día, al menos tres horas.



El 10 de junio vi a uno de los pollos, puesto en pie, agitando sus alas aún con plumas incipientes. El 12 fue un día de viento que movió las ramas de los árboles. Los cigoñinos pasaron parte de la jornada tumbados junto con uno de sus padres, lo que añadió estabilidad al nido.


Mediado junio los pollos estaban muy crecidos, cubiertos ya de plumas y con franjas negras. De vez en cuando se levantaba alguno y movía las alas. El 24 de ese mes apretó el calor, un adulto permanecía en el nido dando sombra a los cigoñinos y a veces se tumbaba junto a ellos. Todos mantenían el pico abierto para facilitar la pérdida de calor corporal y orientaban su posición quedando de espaldas al sol.



Al comenzar la segunda semana de julio los pollos se iban quedando más solitarios, uno de ellos se afanaba en aletear hasta elevarse unos centímetros sobre el nido, repetía la operación varias veces seguidas, fortalecía así los músculos de las alas. Los padres solo acudían al nido para llevar alimento, pocas veces al día, se posaban encima de cedros cercanos donde también pasaban la noche.



El 18 de julio los padres desaparecieron de la zona, no regresaron ni a dormir. Los pollos tuvieron que aguantar sin la ceba del atardecer. A la mañana siguiente seguían solos y en ayunas. Aunque los padres no acudieron ni a dormir en los cedros, los pollos estaban tranquilos. Pero al iniciar su tercera jornada en solitario los pollos se mostraron inquietos intentando buscar restos de comida en el nido. Regresaron por fin los progenitores trayéndoles alimento dos veces en la mañana. Por la tarde uno de los padres se posó en un cedro próximo y pasó allí la noche. En las dos jornadas sucesivas volvieron los padres a posarse en el ápice de los cedros, siempre manteniendo contacto visual con el nido. No tuve constancia de que alimentaran a su progenie.





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